Relato erótico: Orgía de maduras al final de la fiesta

Me obsesionaba la puñetera presentación de producto de Mario, organizada por todo lo alto y con buffet libre después para toda la empresa. Tenía que ir por fuerza, no sé qué excusa podría haberle puesto al jefe y, por otra parte, me negaba a sentirme fracasada escondiéndome en casa para no ver a mi ex.

Le di muchas vueltas, aunque si soy sincera desde el principio me rondaba la idea de contratar un escort, un tío bueno que me hiciera sentir la reina del mambo delante de Mario. Así que fingí seguridad en mí misma y acabé por elegir a Roberto. Espalda muy masculina, elegante y con cierto aire bohemio, ese que tienen algunos hombres de alta sociedad que parecen despreocupados. Cabello rubio oscuro, un poco largo.

Quedamos en una cafetería cerca del hotel de la presentación y, con tan solo verlo, supe que no me había equivocado. Era ocho años más joven que yo, lo justo para presumir sin resultar obvia. Cuando Mario se ponía cachondo decía que yo era una MILF viciosa. Y sí, es cierto, lo soy. Una madre de dos, que cuida su cuerpo y es amante del buen sexo. Y a partir de entonces Mario se lo perdería.

Roberto hizo su papel a la perfección, atento, educado. Tenía conversación, se manejaba bien y por algunos instantes llegué a olvidar que le pagaba y me sentí una mujer con suerte. Pero el espejismo se rompió cuando Mario se acercó y me saludó con menos frialdad de la habitual. Me acojoné, le vi en la mirada una intención que hacía meses se había esfumado. ¿Qué estaba pasando? ¿Se había puesto celoso al verme con el escort? Me hubiera gustado mantenerme distante, pero lo cierto es que su olor y el reflejo de la luz en su barba y sus cabellos negros, bastaron para que me entraran ganas de follar.

Me hablaba con voz melosa, la que utilizaba siempre para desarmarme, y yo noté un cosquilleo en mi vientre y la llamada del deseo. Puto Mario. Su nueva novia, una pelirroja que parecía universitaria se acercó a saludar.  Me cayó bien, para qué negarlo. Se mostraba segura de sí misma, pero no arrogante. Las jovencitas de hoy carecen de esa rivalidad entre mujeres tan absurda que observo en las maduras de mi generación. Tenía pecas y un aspecto natural, y enseguida me sentí muy cómoda con ella. Nada estaba saliendo como pensaba.

Roberto y Mario hablaban cerca de nosotras con otra pareja, y la mayoría de la gente ya se había ido. Joder, Roberto era impresionante, y aunque no causaba en mí la impresión que me provocaba Mario, era difícil no fijarse en él. Mario no paraba de mirarme, supe que esa noche no me dejaría escapar. Propuso seguir tomándonos algo los seis en su suite, porque me conocía bien y sabía que la MILF ardiente que hay en mí ya estaba muy cachonda. Aunque el plan me parecía absurdo, con su novia, Roberto y la otra pareja allí.

Cuando subimos, su novia y yo entramos en el baño. Mientras me retocaba el maquillaje ella me empezó a peinar casi inocentemente. Era tan ambigua y tan guapa. Fui yo la que empecé a acariciarla y allí mismo en el baño la recorrí entera con mi lengua mientras amasaba sus grandes tetas. Ella sonreía, me miraba viciosa, me encantó su libertad y le hice un cunilingus así, de pie, contra el lavabo. Los chicos nos llamaban y terminaron por abrir la puerta. Estaban desnudos, era obvio que también habían empezado a enrollarse. Mario se abalanzó sobre mí, excitadísimo, con la cara desencajada y la polla enorme. Me arrastró a la cama y empezó a follarme sin condón. Recuerdo que mientras él me lo hacía yo masturbaba a Roberto. La visión de sus músculos marcados bajo la piel morena en contraste con su pelo rubio me encendió aún más. A la vez, él besaba a la chica de la otra pareja, que parecía una puta barata, pero todo daba igual. ¿Estábamos haciendo una orgía? No pensé nada más y me dejé llevar.

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